
A sus 25 años, el sanbernardino Felipe González ha construido un camino poco habitual en el deporte chileno. Especialista en esgrima de espada, comenzó casi por casualidad y hoy celebra uno de los hitos más importantes de su carrera: la medalla de bronce por equipos en los Juegos Bolivarianos Lima 2025, representando a Chile y llevando el nombre de San Bernardo al podio internacional.
Pero su historia va más allá de los resultados. Habla de formación, convicción y de una mirada crítica sobre la cultura deportiva en Chile.
Un inicio inesperado: de la música a la esgrima
Antes de la esgrima, Felipe estaba dedicado a la música. A los 13 años era charanguista y, como estudiante del Instituto Nacional, viajó a Nueva York para dar un concierto con su colegio.
“Cuando llegué allá me pregunté: ‘Chuta, ¿qué más puedo hacer con el charango?’”, recuerda.
De regreso en Chile, una experiencia aparentemente casual cambió su rumbo. Durante la Semana del Deporte instalaron una pista de esgrima en el patio del colegio. “Me interesó altiro”.
La invitación a dos clases gratuitas fue decisiva. “Le dije a mi mamá: ‘¿Por qué no me pruebo?’. Siempre estuvo la idea de que era un deporte caro, casi de realeza, pero igual me apoyó”.
El proceso no fue inmediato. “Me costó un año para que me creyeran que no iba a ser algo pasajero”, reconoce. Aun así, decidió seguir. “Soy bien cabeza dura, y le di”.
El camino al alto rendimiento
El verdadero punto de inflexión llegó con su maestro formador, Héctor Bravo, figura clave de la esgrima chilena. “Sería egoísta no mencionarlo”, afirma.
Mientras Felipe estudiaba en la jornada de la tarde, en las mañanas entrenaban los deportistas más fuertes del club. Bravo comenzó a invitarlo a entrenar con ellos. “Me sacaban la mugre. Me decía: ‘Ven a entrenar’, y yo iba no más”.
Ese periodo fue exigente, pero formativo. Durante su primer año compitió sin grandes resultados. “El primer año fue así, sin medalla. Pero yo seguí”.
Tras un año y medio de entrenamientos intensos, llegó la medalla de plata en el Campeonato de Chile Sub-15. “Perdí la final por dos puntos”.
Ese resultado marcó un antes y un después. “Rompí una barrera psicológica: ‘Chuta, puedo hacer algo más’”.
Del podio nacional al Team Chile
Tras ese primer quiebre competitivo, los resultados comenzaron a consolidarse. Podios en el circuito nacional y terceros lugares marcaron la temporada siguiente, hasta alcanzar el bronce Sudamericano Sub-15 en Bogotá, un logro que significó mucho más que una medalla.
“Se estaba formando un semillero y me consideraron al tiro”, recuerda sobre su ingreso al Centro de Entrenamiento Olímpico (CEO), paso clave para comenzar a integrarse a los procesos de la Selección Nacional, el Team Chile.
Desde ahí, Felipe pasó a formar parte de un sistema estructurado de alto rendimiento, donde los entrenamientos, competencias y evaluaciones están orientados a la proyección internacional. “La lógica es clara: formar deportistas pensando en medallas de megaevento”, explica.
“Al final, el deporte chileno se centra en eso: Juegos Olímpicos, Panamericanos, Odesur y ahora los Bolivarianos”, agrega, dando cuenta de que llegar al Team Chile no es solo un reconocimiento, sino una exigencia constante, donde cada resultado define la continuidad en el proceso.
Ese ingreso marcó un punto de no retorno: dejar de competir solo a nivel nacional para representar al país, asumir una disciplina de alto rendimiento y comenzar a construir el camino que, años más tarde, lo llevaría al podio internacional.

El sanbernardino forma parte de los procesos de alto rendimiento del Team Chile en esgrima de espada. Créditos: Team Chile
Los hitos que consolidan una carrera
Uno de los momentos decisivos fue el oro Sudamericano Juvenil por equipos, que le permitió acceder a la Beca Proddar, un apoyo clave para sostener su carrera deportiva. “Ese es el primer escalón en la Beca Proddar”, explica.
Pero el hito más significativo llegó el año pasado, cuando se coronó campeón Sudamericano individual, en un contexto complejo. “Venía desencantado, incluso fuera del grupo principal”.
Ese viaje lo autofinanció. “Cuando salí campeón, volví a la Beca Proddar, pero ahora como adulto”.
El impacto fue también interno. “Se abrió otra puerta: ‘Puedo competir y ganar a nivel individual e internacional’”.
La final fue ante Pablo Núñez, medallista en Santiago 2023. “Nunca le había ganado una eliminación directa”.
“Cuando el árbitro dijo ‘Comiencen’, pensé: ‘No tengo nada que perder’. Cambié mi forma de tirar y gané”.
Ese triunfo lo consolidó en el grupo principal y marcó el camino hacia el podio en Lima 2025.
Más allá de las medallas: una mirada país
Desde su experiencia en el alto rendimiento, Felipe es claro: “Todo se resume en la cultura deportiva”. A su juicio, Chile aún no logra dimensionar el impacto real del deporte en la vida de las personas y en el desarrollo del país.
Para él, invertir en deporte es invertir en bienestar. “Cuando financiamos deporte, estamos financiando salud, prevención del delito y mejores espacios públicos. Las medallas son solo el resultado final de ese proceso”.
En ese sentido, insiste en que el foco debe estar en la base. “Cuando existe deporte formativo y recreativo, con espacios adecuados para todas las edades, empiezan a surgir naturalmente los deportistas competitivos que luego representan al país”.
“El deporte no es solo megaevento: es salud física y mental, comunidad y calidad de vida. Después viene el reconocimiento internacional”, concluye.
Y aunque analiza el proceso con una mirada estructural, no pierde de vista su horizonte personal: “El sueño claramente es ser campeón olímpico”.








